domingo, 22 de noviembre de 2009

REC o

El recreo era el campo de batalla. Aunque también estaban los pasillos, los servicios y sobre todo la salida del colegio. Uno tenía que reafirmarse en todo momento, una y otra vez, no fuese a ser que acabases peor que el gordo de la clase. Ya se sabe. Los niños son unos cabrones. Y mejor estar en el bando del que reparte. Acaso dar no es más gratificante que recibir?...en este caso, si. Podían venirte los mayores a sentirse mejor consigo mismos mediante el mítico juego de tocarte las pelotas, y tú podías hacerte el interesante mirando para otro lado y hacer como que la cosa no iba contigo, o podías jugarte tus tres últimos dientes de leche pateándole las pelotas por lo menos a uno de esos bastardos. De cosas como esas dependía que fueses el mierda de clase o el héroe de los pardillos. Yo una vez lo hice. No en el colegio. Pero si con unos chicos mayores. Me empujaron. Me insultaron. Se rieron de mí. Hasta ese momento, no había puesto mucha resistencia. Por qué iba a cambiar ahora la cosa?...Pero lo hice. Me cansé. Me dí media vuelta y fuí directo a por uno. Le castigué las espinillas y las pelotas. Le pateé a la vez que lo ponía a parir y me cagaba en todos sus muertos. Se fué llorando. Sus amigos me miraban por encima del hombro mientras se lo llevaban cojeando y decían que no se preocupase, k yo era un mierda. Bueno. No soy yo el que se fué llorando. Y recuerdo que sólo pensaba, vaya!...así que esto es todo...Así de fáciles son las cosas en realidad...Y sonreí, y me sentí de puta madre. Hará unos trece años de esto y hoy he vuelto a recordarlo, y he vuelto a sonreir y me he vuelto a sentir de puta madre. Y eso está bien. Hacía mucho que no me pasaba.