Los Domingos tienen algo de melancólico en el aire. Puede ser por el peso arrastrado y lastrado durante una semana, o por la sensacion de soledad a cierta hora en la calle, o por esa certeza de que no ofrece nada más allá de reposo y repuesto de munición para una nueva semana.
El domingo huele a promesas no cumplidas, a normas que debieron romperse, a horas perdidas por que sí. Huele a tierra mojada y suena como pájaros cantando una mañana de resaca en la que no tienes nada a mano para arrojarles. Y que se callen, joder. El Domingo es una miscelánea de sensaciones y reflexiones de postín. De relax impuesto por decreto y de cachondeo general por tradicion. Pero a mi me sigue sonando a tristeza caballeros...
domingo, 24 de octubre de 2010
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