lunes, 20 de octubre de 2008

Sin

El dolor de riñones y la resaca de corazón están íntimamente relacionados. Intrínsecamente, incluso. Excluyo dolores ajenos ( pasajeros ); esos no cuentan, porque son como tú, que vienes y te vas. Y ya está. Y todos los bares, y todos los bailes, y todas las victorias y todas las derrotas, y todas las razones y todos sus razonamientos resultantes y todos los embistes,y todos los embustes, y todos los envites, y todos los empates, y todas las numeraciones (que empiezan por el final, sin paciencia (será posible), provocando una reaccion antes de la acción, estallando sin sentido ni causa alguna, porque joder, no hace falta que halla una jodida razón porque ya sabes como acabará esto. Acabará antes de empezar, como siempre, como tiene que ser, porque es lo que es y no hay luces al final de ningún túnel ( todo son reflejos en cristalinos confundidos)), todas las estupideces que te muerdes en la puta de tu lengua, todas esas veces que sonríes a medias, con sonrisas partidas en dos( media-arriba/media-abajo ), y a veces en tres, y malditos sean los números primos, porque el primo soy yo, el tres, el cinco, el siete, el descolocado, el que sobra, el desparejado, ajado, corropido, por todas las parias confundidas en medio de mi camino, todas las paridas sin sentido que digo al cabo del día, todas las venganzas que no llegan a Vendetta, esta, esa, aquella, y los minutos corriendo entre mis dientes, sin llegar a darles ni un bocado, escapádose previos a un desenlace que, quizás, merezca la pena. Por que todos los bailes y todas sus condenas, esos sí que ya no merecen la pena. Sin tí.

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