miércoles, 6 de agosto de 2008

caRReteRa y mAntrA ( II )


La estación de autobuses de Madrid le pareció un paraiso en medio del estiercol. Llevaba cuatro horas encerrado en el bus y tenía todos los musculos anquilosados. Se sentía como un gran nudo de marinero. Y como una cloaca apunto de rebasar todos los límites, así que cogió su bolsa y corrió hacia los servicios. Una putada. No había estado nunca en la estación, y no habia servicios en la planta de abajo, corrió escaleras arriba, vio un pequeño letrero, y se buscó un urinario libre tan pronto como pudo. Mal asunto el de los servicios de las estaciones de autobuses. Son una puta casa de vicios llena de yonkis, mangantes y pervertidos. Y estos últimos eran los peores para Charlie. Los otros simplemente vivían su vida. Hacían lo que podían para ir tirando, y eso Charlie lo respetaba por que seguramente le tocaría malvivir mangoneando hasta que se asentase. Pero los pervertidos eran otro asunto. Esa gente que se pasea por los baños como si fuesen una casa de putas y los pobres meones no fuesen más que su ganado. Tener a un viejo de unos cincuenta años muy mal llevados con pinta de demente al lado, tratando de mirarle la polla mientras se la meneaba a gusto, no le hacía ninguna gracia. A si que Charlie le miró a los ojos. Luego le miró la polla, y le dijo,

-" si ya esta empalmada, es mejor que lo dejes amigo. No merece la pena."

Y se subió la brageta y se fué. Así era Charley. Tenía unos cojones cuadrados. Tantas palizas no habian sido en vano. Era un cabroncete duro y cinico.
La sensación al salir de la estación fué extraña. Se sentia suelto, ligero, como si hubiese soltado un pesado lastre, como si hubiese dejado toda esa violencia atrás, lejos, en otra ciudad y otra vida que no eran suyas. Era alguien nuevo y anónimo, virginal y puro, libre de todo pecado, por que todo aquello ya no tenía nada que ver con él.

-"hola, como te llamas?."
-"no lo se. ¿Tu como me pondrias?"

Ahhhhh. Expiraba tranquilo. Cogió el metro y se agarró a su makuto y a todas sus pobres creencias, experiencias y vivencias , tratando de no parecer demasiado patético ante toda aquella gente. Aquella maraña humana de miradas vacías y tristes que bastante tenían con lo suyo no iba a prestar la menor atención a Charlie. Y se sintió a gusto junto a todos aquellas desconocidos. Otra gente igual se siente terriblemente sola en medio de la mas grande de las multitudes. Pero ese no era el caso de Charlie. Se sentía dueño de su vida y responsable de hacer todo lo que le viniese en gana de ahora en adelante. Siguió en el metro, hasta que vió una parada que le gustaba. Había oído hablar de Lavapiés, y quería saber de que iba aquello. Era viernes a primera hora de la mañana y lo unico que Charlie pudo apreciar fueron todos los restos y deposiciones y exhibiciones gastrointestinales de un jueves intenso y glorioso. Y algún borraxo tirado en algún banco, o alguna esquina, o algún cajero, o en vez de un borracho podía ser un vagabundo rastafari con melancolía abscrita a la más cálida de las sonrisas.

Le gustó aquello. Así que buscó una pensión (la mas cutre era, por descontado, la mejor opción), y se presentó al dueño del cotarro como si tubiese 18 años, a pesar de su apuesto y juvenil rostro, que posiblemente recordaría de un famoso anuncio (a un nivel regional, claro) de promoción para el turismo rural, que afortunadamente, había empezado a aumentar en los últimos años. Y en parte, se podría considerar que él tubo algo que ver con todo aquello. Pura bola. Pero al casero lo convenció con su bulo, mas por su morro y su carimático soliloquio, o por desgana y pereza y ganas de acabar de una vez y poder volver a su culebrón favorito, que por engañarle realmente con aquella solemne estupidez que le estaba soltando. Le dió la llave de su habitación y se tiró de lleno en la cama, de espaldas, con la cara, y las palmas hacia arriba, y los brazos en cruz y diciendose"-charlie, ahora empieza lo divertido"-Y después de 28 horas sin dormir y una vida abandonada y un padre apaleado y una inocencia perdida hacía mucho, y mil kilometros corridos huyendo de todo eso y de más, de todo lo que hubiese podido llegar despues, se quedó profundamente dormido, sabiendo que hoy no vendría el koko con EL SACO.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

POR CIERTO, TE HE DEJADO UNA NOTA ACLARATORIA EN LA ENTRADA ANTERIOR.

VOY A VER QUE HAS PREPARADO PARA HOY.

YO AKI TE DEJO LA CONTINUACIÓN.

Había estado por la tarde fuera de casa, por cuestiones de trabajo y sólo habia estado pensando en una cosa... él.
Quería llegar a casa encender el ordenador y comenzar a leer otra vez.
El ascensor se paró, levantó la cabeza y sus ojos se toparon con ella. Tenía el pelo alborotado, la mirada bastante cansada, pero abrió la puerta del ascensor y enseguida metió la llave en la cerradura, dejó las cosas en el suelo y encendió el ordenador.

Aún con la edad que tenía, ella seguía tomando colacao en una taza todas las mañanas y en verano era su comida preferida, con mucha mucha leche fría y con muchos muchos grumitos. Prácticamente se alimentaba de eso cuando hacía calor, de eso y de galletas.

Era raro leer como el propio personaje escribía sobre sí mismo contando cómo se levantaba, qué desayunaba (por cierto, colacao) cómo llegaba tarde al autobus y entraba a toda prisa con carita de recién levantado y se ponía a leer sin percatarse de que a pocos asientos estaba ella.

Anónimo dijo...

Entonces rebuscó en la mesilla, quizás estaría allí aquella libreta que contenía varios de sus escritos. Había ordenado tanto la mesilla y todo su contenido, que ahora no sabía dénde la había metido.

¡Por fin!

Comenzó a buscar, seguro que en algún relato de "........ .. .. ..." había algo que hablaba sobre las mañanas que lo veía.